Más acá de las industrias culturales o cómo retornar al territorio*

No podemos construir lo nuestro con lo mismo y lo posible ya se hizo;
ahora vamos por lo imposible

Arturo Escobar

En una interesante conferencia llamada Los bienes culturales en la era del acceso el sociólogo y economista gringo Jeremy Rifkin se pregunta: “¿Cómo podemos participar en la producción de contenido para tener una gran audiencia pero, al mismo tiempo, no perder nuestra soberanía, nuestra identidad, nuestro localismo?” 2 La respuesta es simple, a pesar de la abundante información que circula en revistas indexadas, programas universitarios y la red, a saber, que “No hay que perder de vista nuestro lugar”. El mismo Rifkin la contestó en ese párrafo. 

Semejante pregunta da cuenta de una larga discusión en la que se han visto enfrascados gran cantidad de bienintencionados estudiosos y gestores de la cultura, y para la cual, presumo, han encontrado una respuesta salomónica (en tanto que beneficiaría supuestamente a la mayoría), esto es, el desarrollo. Que la cultura aporta más al PIB del país que el sector cafetero reza un artículo3, eso está muy bien, pero es que la industria que más aporta (la audiovisual, sobre todo la televisión y el cine) está cerca al 90% en Bogotá, mientras que la producción cafetera está en no menos de 15 departamentos del país4.   

Si las entusiastas cifras del párrafo anterior no son suficientes para advertir la incoherencia en la concepción de territorio promovido por la doctrina del desarrollo, baste pensar en el caso específico del cine, cuya exhibición es evidentemente asimétrica, pues casi el 80% del cine que se distribuye a nivel mundial es hollywoodenses Al menos en Colombia la exhibición nacional e internacional (no hollywoodenses) no asciende al 20%.  “(…) en 2017 se estrenaron 322 películas en las salas de cine del país, de las cuales 42 correspondieron a producciones colombianas y se vieron reflejadas en cerca de 3,7 millones de espectadores de cine local”5 

El 2017 es quizá, sino el mejor, uno de los años en los que más películas colombianas se estrenaron en las pantallas del país. Sin duda la producción y el consumo ha crecido desde la Ley 814 del 2003, pero no se puede separar una de la otra, el consumo del cine colombiano respecto al cine hollywoodenses no ha crecido equitativamente, a juzgar por los continuos casos en los que directores y productores nacionales reclaman a los distribuidores y exhibidores más tiempo en las pantallas del país6. Con todo, no sobra recordar, que son muy pocas las películas colombianas que llegan a ciudades intermedias como Manizales, Palmira o Popayán; todo ello demuestra, y volviendo al tema del territorio, que la oferta y el consumo se concentra en muy pocos lugares (si seguimos el caso del cine, en Bogotá, y un poco menos en Medellín y Cali) mientras las regiones más apartadas del país no pueden acceder a la magia del cine, y mucho menos al cine colombiano.   

La sala de cine es hoy un lugar que representa a la globalización del capitalismo (cognitivo y semiótico), muy diferente a lo que fue en sus inicios: un espectáculo de feria, popular7, o hasta finales de los años ochenta en Latinoamérica8 (aunque se podría decir que hasta principios de los años noventa en Colombia), en la que cada pueblo tenía sus salas de cine. Hasta ese entonces fue un espectáculo más o menos popular y masivo, pero hoy se ha convertido en un espectáculo masivo y más o menos elitista. El cine ha sido coartado por la globalización (de los centros comerciales y múltiplex), en detrimento de lo local, del lugar propio, del territorio, y de la identidad; a fin de cuentas un No lugar, a lo Marc Augé. Por lo demás, es probable que esa concentración del lugar que vemos en el cine sea semejante a la que pretenden las industrias culturales, y es sin duda producto de esa ideología del progreso que ha pretendido desde el siglo XVIII una urbanización generalizada (centralizada y hegemónica) del lugar humano.  

El público de las industrias culturales es un público masivo y más o menos elitista9 concentrado en la globalidad, antes que descentrado en la localidad, y encuentra su legitimidad en esos presupuestos liberales que presumen que si un emprendedor entre mil puede triunfar, cualquiera lo puede hacer; pero eso no es tan exacto (ni justo), en tanto que el nivel de acceso a servicios, productos, y contenidos es desigual, pues depende del lugar, ciudad, universidad, o país en el que se encuentre el emprendedor; no tienen las mismas oportunidades el que está en Chocó que el de Bogotá, o el que está en Bogotá que el que está en Nueva York o Barcelona. Que un emprendedor o un artista triunfe no quiere eso decir que hayan condiciones óptimas o sean las mismas para todos, habla más del individuo (ese héroe, ese genio, ese “gran hombre”) que del sistema en el cual está inserto, y que deja tras de sí un montón de figurantes y extras que trabajan para ser algún día como aquel protagonista. Bajo esa lógica están cobijados todos los festivales, bienales, concursos, premios, certificaciones, etc., que van detrás del reconocimiento del individuo y legitimación de un circuito (y un sistema), antes que la promoción o fortalecimiento de una comunidad o de un territorio específico. 

“La idea de que la cultura puede ser un potente motor económico es una construcción ideológica, no una realidad empírica”, afirma un estudioso español en febrero de este año10, a propósito de los proyectos de industrias culturales en España, e incluso en el Reino Unido quienes iniciaron con éstas, y que, según aquel, habrían fracasado, al menos en su pretensión de aumentar la producción y el empleo en el campo de las industrias creativas. Al respecto da varios ejemplos, entre los cuales basta resaltar el de NESTA organización creada por el gobierno británico para impulsar las industrias creativas en 1997,  y que fuera clausurada diez años después, y cambiada a una institución encargada de la innovación social. Quizá semejante cambio signifique que el problema de lo cultural no era precisamente aumentar la producción puesto que el consumo se iba a incrementar también por arte de magia. Al contrario, es probable que el consumo se haya estabilizado, normalizado y homogenizado, y no como se esperaba, que variara y aumentará al mismo tiempo. 

Colombia no fue ajena a esa nefasta suerte de las industrias creativas, para la muestra un botón: Industrias Culturales de Cali, si bien inició con fuerza y optimismo la segunda década de este siglo, ya para 2014, ese gran plan de ciudad se fue convirtiendo en un programa que al final corrió la misma suerte del Reino Unido y España citados en el párrafo anterior, en este caso, se convirtió en una corporación. Una breve búsqueda en la red nos muestra como después del 2014 el proyecto Industrias Culturales de Cali casi que desapareció de los espacios informativos11. Muchos emprendedores se agotaron, entre otras razones, porque el proyecto se habría concentrado demasiado en la formación y la realización de talleres, a tal punto que en alguno de los varios encuentros que se hicieron, por allá en el 2012 o 2013, decía uno de sus asistentes: “Ya parecemos carro viejo, de taller en taller”. O sea, mucha formación y poca producción. 

No basta con preguntarnos: ¿cómo? y ¿por qué acabó el proyecto Industrias Culturales de Cali?, porque la respuesta es tan pragmática como desalentadora: porque no podíamos competir en una economía globalizada. Y entonces: ¿por qué tampoco funcionó en el Reino Unido o en España? Así que ya no podemos decir que por nuestra incapacidad, por nuestras falencias en el mercadeo o el marketing, o en la planificación o desarrollo de nuestros proyectos, o porque no sabemos hacer metas o estrategias, en fin. Una explicación tentativa es que las industrias culturales al pretender insertar la experiencia cultural o artística en lógicas mercantilistas de producción y consumo a ultranza (y a pesar del estilo de vida o experiencia a la que remita cada producto u obra) resultó reduciéndose (esas expresiones culturales y artísticas) a una cierta estandarización y homogeneización, a fin de tener un mejor comportamiento en el mercado global. “La globalización remite básicamente a un movimiento mundial de unificación espacial de los mercados”12. Otra explicación de la debacle de las Industrias Creativas es que por estar buscando al consumidor global perdió al local, quien era el que podría salvarlo de su abandono. Finalmente, como dice el viejo y conocido refrán: “Una sola golondrina no hace verano”, así que si una o tres empresas logran conquistar el mercado y ser sostenibles eso no hace necesariamente una industria.        

Es obvio que a estas alturas deberíamos hacernos otras preguntas: ¿Cómo recuperamos esos consumos o intercambios locales? ¿Cómo hacemos que vayan más espectadores a ver las películas colombianas, y para que lean y vean, y escuchen las obras de nuestros propios artistas? ¿Qué otras obras artísticas y expresiones culturales deberíamos potenciar para que aumente el consumo? Esa desatención de los consumidores locales hoy puede ser una oportunidad para gestores, creadores, artistas y diseñadores. En vez de pensar globalmente y actuar localmente, hoy haría falta más bien pensar localmente y actuar localmente. Con todo, es muy diciente el viraje de las industrias culturales hacia la innovación social; es como si los gestores culturales se hubieran dado cuenta de repente (como si hubieran descubierto el agua tibia) que lo cultural debe insertarse en la cotidianidad de la gente, para hacerlos acaso mejores ciudadanos. Interesante sin duda, pero es que las prácticas artísticas y culturales no solo se deben insertar sin más en el mercado o en la institucionalidad, sino que deberían coproducir críticamente y entusiastamente acontecimientos disruptivos y creativos que promuevan la apropiación y fortalecimiento de los territorios. Mejor dicho, recuperar nuestros lugares de enunciación y resignificar nuestros territorios simbólicos y cotidianos. 

German Rey dice (a propósito de varias preocupaciones por el renovado interés y promoción de la economía-política- naraja) en el mismo artículo citado más arriba: “Con relativa frecuencia existen desencuentros entre los orígenes de la creación, sus relaciones con las comunidades y el desarrollo de las industrias creativas.” Y a continuación da varios ejemplos en los sectores colombianos de la televisión, la música y el cine, los cuales se habrían insertado satisfactoriamente en el mercado gracias a su consonancia con lo local y por sus aportes desde la diversidad. Además hace la salvedad que a pesar de esos casos particulares y las industrias creativas en general hay otras dimensiones de la cultura que no están necesariamente mediadas por lo económico, el patrimonio por ejemplo, la construcción de la memoria, entre otras. “Porque no todo es formalizable dentro de la cultura. Ni todo lo cultural tiene el interés, la vocación o las posibilidades de convertirse en industrial, ni todo lo cultural existe en la perspectiva de la comercialización y la pervivencia en el entorno de los mercados”Más acá de las industrias creativas, que han devenido en innovación social y mas recientemente en economía naranja, e incluso más acá de las políticas culturales, está el territorio como un campo latente y potente de coproducción de saberes y prácticas culturales, que puede agenciar nuevas historias y experiencias colectivas, otras formas de encontrarnos y de intercambiar nuestros bienes. No se trata por supuesto de abandonar lo alcanzado hasta ahora sino de variar y ampliar la oferta cultural, de llegar a los consumidores y los mercados que tenemos más cerca. “A menudo la autonomía tiene una dimensión decididamente territorial y basada en el lugar” 13Contra el desencanto de la competencia fratricida en las industrias culturales y creativas, es necesario pensarse una gestión cultural para el deleite y la paz, por el retorno y resignificación del territorio, el encuentro de lugares o diálogo de saberes, y la celebración de la vida.

* Texto antecedente y/o de referencia del Proyecto Diplomado en Gestión Cultural Expandida. Laboratorio de Innovación Social y Coproducción Cultural, elaborado por el autor de este sitio web, hace dos años más o menos.

2Aunque las conclusiones no son tan alentadores pues Rifkin cree que “(…) la globalización impuesta desde arriba se acabó el 11 de septiembre”, lo cual es ilusorio, en tanto que ese hito histórico en realidad no fue nigún fin, sino el principio de un nuevo regimen comunicativo y una nueva estrategia geopolítica. La conferencia mencionada al parecer la hace a partir de su libro (2000) La era del acceso: la revolución de la nuev economía, editado en Barcelona por Paidós. 

3Portafolio. (Agosto 20 de 2018) ‘Industrias culturales le aportan más al PIB del país que el café’. Portafolio. Recuperado de https://www.portafolio.co/negocios/industrias-culturales-le-aportan-mas-al-pib-del-pais-que-el-cafe-520236

4Al respecto, vale la pena considerar otros datos que aporta German Rey, uno de los estudiosos de la cultura más conocidos del país, en un artículo llamado Mas allá de las industrias creativas. El sabor de las naranjas (o la preocupación porque resulten agrias), publicado el 28 marzo de 2019 en la Revista Arcadia 161. Dice: “De acuerdo con los datos de la Cuenta Satélite de Cultura, los sectores con mayor participación en el valor agregado del campo cultural en 2017 fueron el audiovisual con 43,2 %, el de libros y publicaciones con 21,9 %, la educación cultural con 19,3 % y el diseño publicitario con 8,7 %.”. Y más adelante dice: “Entre 2010 y 2016, la participación promedio del campo cultural de la capital frente al campo cultural de otras zonas del país fue del 55,6 %”. Recuperado de https://www.revistaarcadia.com/agenda/articulo/el-sabor-de-las-naranjas-o-la-preocupacion-por-que-resulten-agrias/73513

5Jáuregui, D. (2018, 07 de marzo) ¿Es cierto que en Colombia solamente nos gusta Hollywood y la comedia local? Señal Colombia. Recuperado de https://www.senalcolombia.tv/cine/por-que-en-colombia-no-vemos-cine-arte-ni-cine-colombiano-diferente-la-comedia

6Ospina, Y. (2018, septiembre 19) «Es muy triste lo que está pasando con esta película»: director de Somos Calentura”. El País. Recuperado de https://www.elpais.com.co/entretenimiento/cultura/es-muy-triste-lo-que-esta-pasando-con-esta-pelicula-director-de-somos-calentura.html.

7Como afirmara el historiador de arte Erwin Panofky (2000) en su texto: Sobre el estilo: tres ensayos inéditos. Paidós. Barcelona.  

8García-Canclini, Néstor. (1995) Consumidores y ciudadanos. Conflictos culturales de la globalización. Editorial Grijalbo. México. p. 131. 

9García-Canclini, Néstor. (1990) Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Editorial Grijalbo. México. p. 16-18.  Aquí Canclini hace una interesante división entre las categorías de popular y culto o elitista, que son las categorías desde las cuales se ha entendido tradicionalmente la cultura, y adiciona la categoría de masivo referida a los mass media (cine, radio, tv, etc.) y de los cuales se ocuparon hace tanto la teoría critica. Tener clara esta eficaz clasificación hecha por Canclini sería un gran avance no solo para gestores, sino creadores de cualquier raigambre.

10Rowan, J. (2019, febrero 11). Industrias culturales, fábricas de precariedad. Diario de Mallorca. Recuperado de https://www.diariodemallorca.es/opinion/2019/02/12/industrias-culturales-fabricas-precariedad/1391104.html?fbclid=IwAR0eJtNrfRY1-_LiLCLM1wdQfkG8sI2df20MuRUh7cill3pNrNsutJm1Yyg

11El País. (2014, noviembre 10) Luego de cinco años, culmina proyecto Industrias Culturales en Cali. El País. Recuperado https://www.elpais.com.co/entretenimiento/cultura/luego-de-cinco-anos-culmina-proyecto-de-industrias-culturales-en-cali.html Por su lado El Tiempo, el mismo día, fue aun más optimista titulando El otro salto de las industrias culturales de Cali. Hoy se clausurará el piloto de Industrias Culturales, proyecto dará salto a una corporación, como si eso significara de verdad un avance y no un retroceso. Recuperado de https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-14816400 

12Linck, T. (2006a) La economía y la política en la apropiación de los territorios.Revista de la Asociacion latino americana de sociologia rural (ALASRU). Mexico. pp. 251-285.

13ESCOBAR, Arturo. 2016. Autonomía y diseño. La realización de lo comunal. Universidad del Cauca. Popayán-Colombia.

BIBLIOGRAFÍA

  • AUGÉ, Marc. 2000. 
  • ESCOBAR, Arturo. 2016. Autonomía y diseño. La realización de lo comunal. Universidad del Cauca. Popayán-Colombia. 
  • GARCÍA-CANCLINI, Néstor. (1995) Consumidores y ciudadanos. Conflictos culturales de la globalización. Editorial Grijalbo. México. 
  • GARCÍA-CANCLINI, Néstor. (1990) Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Editorial Grijalbo. México.
  • PANOFKY, Erwin. 2000. Sobre el estilo: tres ensayos inéditos. Paidós. Barcelona.   
  • RIFKIN, Jeremy. 2000. La era del acceso: la revolución de la nueva economía. Barcelona. Paidós.

REVISTAS

  • LINCK, T. (2006a) La economía y la política en la apropiación de los territorios.
  • Revista de la Asociacion latino americana de sociologia rural (ALASRU). Mexico. pp. 251-285.REY, G. (2019, febrero 11) Mas allá de las industrias creativas. El sabor de las naranjas (o la preocupación porque resulten agrias) Revista Arcadia. 161.

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