Aquí algunas pistas y una exhortación

Le he preguntado un par de veces a mi padre, otra de las tantas personas incautas que creyó a pie juntillas en las amenazas y promesas uribistas, y no atina a decirme nada concluyente; he preguntado a otras personas incluso con formación académica, e igual, dicen que es un corrupto. Entonces vuelvo y pregunto: ¿pero qué fue lo que hizo Roy Barrera? Si hasta Fajardo lo ha juzgado con su implacable juicio de profesor, e incluso Rodolfo con su presumida autoridad de empresario y su lengua suelta.
Quienes odian a Roy (y ahí cabe también Benedetti) como no logran señalar un delito concretamente, entonces dicen que es un voltearepas, un tránsfuga. Ese es precisamente su principal delito: haber traicionado nada más y nada menos que al presidente eterno y gran colombiano, y por extensión, a sus fieles seguidores. Eso explica porque también odian a Santos quién “le entregó el país a las FARC”, según la feligresía uribista, y quien logró los dos años más pacíficos en lo que llevo de vida y lo que conozco de historia en este país de tantas violencias.
Odian a Roy Barrera en realidad por haberse distanciado (traición para sus adeptos) de ese patriarca mesiánico, de su seguridad democrática y todo lo que desencadenó: más violencia, desplazamiento, desigualdad y muerte, y porque les recuerda que, el que venció a las FARC no fue su líder todo poderoso e incontrovertible, sino el aristócrata y estratega Santos, quien lo logró entre otras, gracias al electorado alternativo y progresista de Petro en Bogotá. Y por eso odian a Petro también, porque le ha apostado a esa gran idea de la Paz.
Pero hay algo peor que un tránsfuga, esto es, el adepto desengañado con su falso profeta, quien podrá dejar de creer en el “Hombre” pero no en su doctrina, y si no es ésta, prefiere el caos (del régimen de corrupción) a verse avergonzado o sometido a un nuevo orden. Entonces el adepto pierde la fe en el mundo, y el miedo que antes supuestamente alivió su salvador, se convierte en odio hacia los otros, los diferentes. Es un trauma horrible, y no sólo no acepta que está traumatizado, sino que no reconoce el caos y el mal que eso le genera a él y a la sociedad.
El nivel de adoctrinamiento y fanatismo promovido por lo demás en medios de comunicación y redes sociales fue tal que por eso siguen odiando irracional e inconscientemente a Roy (que tampoco es que sea un ángel, es un político, que al menos pudo leer que el uribismo y luego el santísimo se habían deteriorado), a pesar de que esa efigie patriarcal (Uribe, que no es un simple prohombre o patrón, sino una idea) siga cayendo de su pedestal y ya se esté despedazando y desvaneciendo.
Semejante idea ha entrado como ladrón en la noche en la mente de los colombianos, y opera como un falso pretendiente (de esa casa o de ese cuerpo), una especie de fascista interior que hoy los medios de comunicación y las redes sociales siguen alimentando inconscientemente sin tregua y sin sentido a través del odio y la polarización. Como en esa película Inception (2010) de Christhoper Nolan, una vez una idea se siembra en la mente es muy difícil de extirpar radicalmente; para ello no hay vacuna que valga, aunque podría ayudar dejar de creer ciegamente en lo que pasa por la pantallas, y mirar la realidad o leerse un libro. No necesitamos un médico o un policía, ni un patriarca o un pastor, y ni siquiera un terapeuta o psiquiatra, lo que nos hace falta es dignidad y que nos dejen en paz. Libertad.
Volviendo a Roy Barrera, este fue convertido en el chivo expiatorio sobre el que se ensañaron tanto políticos y empresarios de derecha y medios de comunicación serviles al poder y propagandísticos, para hacer creer a la teleaudiencia, internautas y votantes, que sus supuestos delitos: infiel, trásfuga y promotor de la paz, eran peores que los probados delitos de aquéllos: falsos positivos y falsa seguridad, desigualdad e injusticia social, corrupción, racismo, arribismo, indiferencia, irresponsabilidad, etc.
Luego, lo que tenemos que hacer con este inconsciente colectivo fascista o este resto de uribismo es, reconocer que fuimos engañados o que nos equivocamos, proponernos sinceramente cambiar, nunca es tarde para cambiar, rehacer nuestros pasos lejos del odio y la violencia, fugarnos y jugárnosla por la paz, el conocimiento, la cultura y el arte. Y entonces, arriesgarnos a vivir sabroso, que de eso seguro NO nos arrepentiremos ni avergonzaremos tanto como cuando nos dejamos meter esas ideas de la iniciativa privada, el trabajar, trabajar y trabajar, la derrota de la far, el castrochavismo, etcétera.