Si Parasite no ganaba me hubiera parecido muy mal de parte de la Academia (del entretenimiento y la propaganda), y si ganaba, igual; o sea, malo porque sí y malo porque no. Los entusiastas cinéfilos seguidores de los Óscar (que han crecido este año gracias al Joker y Parasite) creen, como sus presentadores, que lo mejor de lo mejor del año y de la historia del cine ha pasado por esa alfombra roja o por ese país. Seguro que hay historias tan (o más) interesantes en otras industrias o cinematografías, solo que no podemos acceder a ellas, entre otras cosas, porque el monopolio de la distribución lo tienen los estudios o las majors gringas. Pese a ello diré algo sobre dos películas de ese certamen espectacular y vanidoso.
Sin duda Joker y Parasite son lo mejor del año, y son juntas un acontecimiento afortunado y anómalo de los que la academia y los espectadores deberían aprender algo. Primero que todo, Joker no es la mejor película en los últimos 10 años, ni siquiera en Estados Unidos como llegaron a decir por ahí. A mi me gusta más, por ejemplo: Solo los amantes sobreviven de Jim Jarmusch (por solo nombrar una), que pena, las comparaciones son odiosas, pero funcionan); Joker es efectista (y a veces hasta truculenta), la primera secuencia en la que unos niños maltratan al payaso, de inmediato hace que nos identifiquemos con esa pobre víctima (o esa víctima de la pobreza). Ese temita de que fue maltratado cuando era niño y que por eso se convirtió en una persona mala de grande, es un cliché al parecer insuperable; en eso, el Joker de Heath Ledger sí es como más interesante.
La actuación de Phoenix por su puesto es notable, y por eso tiene su estatuilla, la fotografía y ese look medio realista y medio sucio muestran cierta nostalgia por ese cine de los ochenta, y muestra además que, volver al pasado cuando hay una crisis de creatividad o de innovación puede resultar una buena opción; para la muestra dos botones: Érase una vez en Hollywood y El Irlandés. Es probable que el éxito del Joker se deba a que sedujo a ese público más o menos infantil (e infantilizado) de las películas de súper-héroes, y porque en medio de tantas películas malas (en los últimos 10 años en Hollywood) pues es obvio que resalte.
En cuanto a Parasite, se han señalado muchas de sus virtudes en el guión, en el montaje, la fotografía, en fin; pero quizá haya una en el guión que no ha sobresalido del todo, a saber, la estrategia de la familia desempleada del semisótano para convencer a la rica Familia Park de contratar, primero al hijo y la hija desempleadas, que habrían estudiado o estado en Illinois y Chicago, y luego la empresa ficticia en la que trabaja la madre, que habría rechazado el padre por fidelidad al señor Park, y cuya tarjeta registra un nombre en inglés que da la apariencia de ser de alta alcurnia; algunos de los juguetes del niño también provienen de los Estados Unidos, entre otras cosas en esa lujosa casa.
He ahí la amabilidad y la ingenuidad de la Familia Park: creer que todo lo que proviene del país de McDonald’s es lo mejor. En realidad, la ironía o la critica al respecto es muy evidente, solo que la(s) dejamos pasar para no parecer “resentidos” o “violentos” marxistas-leninistas, porque eso si que no, eso es muy mal visto por el país de las libertades y los Óscares. Volviendo a Parasite, al semisótano en medio de la inundación, cuando la hija: Ki-jung cierra la tapa del sanitario con fuerza y luego se sienta encima de ella a fumarse un cigarrillo y a evitar que salga toda esa suciedad por ahí, en esa escena se muestra poderosamente el carácter de esa chica, la dignidad y la resistencia frente a la pobreza. Acaso la piedra que le regala un amigo al hijo pobre Gi-woo sea el único elemento en la película que se arraigue a una tradición local, de resto se refiere a una situación harto conocida en todas partes, a un fenómeno de desigualdad y precarización globalizada.
Que bueno que Parasite ganó, pero no hay que cantar victoria, tampoco es que sea harina de otro costal, no seamos tan ingenuos o tan amables como la familia Park, que vea como terminaron por confiados. Joker y Parasite son como aquel maestro que señalaba la luna y los idiotas no veían más que el dedo; eso sí la idiotez no tiene distinción de clases, el problema es que los estratos altos se sienten, y por supuesto tienen (y le dan) más derecho de ser idiotas. Hay una irónica coincidencia en esas dos películas: que matan a algunos ricos, y sospecho que Tod Phillips, y de pronto Bong Joon-ho, hayan leído la entrevista en la que Aki Kaurismaki hacía semejante afirmación. “No veo otra solución para salir de este pozo de miseria que matar a esa minoría que posee toda la riqueza del mundo”. Por supuesto esa no es una propuesta sino una broma de buen gusto que no se entiende fácilmente. Por lo pronto, hay razones para celebrar esa feliz coincidencia, y que más da, el consuelo de ese simulacro de la representación.